jueves, 23 de agosto de 2012

Gore

Primero trazó una linea discontinua, mientras con la otra sujetaba el caballete. Aquel sitio no era bueno para pintar, pero, como ella siempre se decía, en este trabajo elegimos lo que podemos, empezamos desde lo que nos dan.
Continuo con otros trazos, primero a lápiz, no fuese a equivocarse. Siempre era sencillo trazar arcos pequeños o grandes en el lienzo, tenía mucha experiencia con esa clase de movimientos.
Pintar la rejalajaba. Ahora sus manos trazaban otro conjunto de lineas, dibujaban otro tipo de objetos.
Quedaría precioso.
Mientras seguía sujetando el caballete, cambio a un lápiz más grueso.Había zonas que debía recalcar desde ya. Mientras tanto, escuchaba como alguna que otra mosca entraba en el cuarto. Siempre, a partir de algún momento, aparecían. Era el olor, que poco a poco iba aumentando. Le vino un pensamiento extraño. Las moscas, que le eran fieles... ¿serían por lo tanto buenos amantes?
Ella dejó escapar una carcajada. Estaba loca por pensar eso sobre las moscas. Seguro que besarlas no sería nada agradable.
-Estoy loca.-Se dijo con una media sonrisa.
Habiendo vuelto ya al lápiz inicial, ahora ya trazaba las primeras líneas del tema principal de la escena. Lineas curvas que se unían en otras rectas, rayones para las sombras... finalmente el cuadro iba tomando forma, dejando leer su mensaje.
-Creo que está.-Dijo una vez más en alto, aunque no para nadie que pudiese escucharla. Le gustaba hablar sola cuando pintaba, se sentía plena cuando se escuchaba. 
-Comencemos con el color.- Sentenció. Preparó los colores al momento, derramando un poco de pintura sobre la paleta de madera de roble. Un regalo de su padre. Todos en su familia eran grandes pintores, aunque ella seguía resentida con él por su última charla.
-Nunca quiso enseñarme su secreto para obtener ese perfecto color de la piel.- Decía con media sonrisa.
Primero pintó los alrededores, el escenario. Un blanco pálido bastaría para reflejar las baldosas no muy lustrosas, con la luz de la bombilla que a simple vista se veía que no quedaría mucho para que se fundiese. Repasó con el lápiz las uniones de las baldosas. Había contado ocho de frente y cuatro en un lateral, dando así la visión de profundidad en la habitación.
Ella limpió el pincel y lo mojó en la pintura roja, mezclándola un poco con blanco. Pinto puntitos sobre aquellas baldosas, trazando un siniestro arco hacia abajo.
Entonces comenzó a pintar el lavabo, con los botes de gel a un lado y los de champú al otro. Eran de colores vivos como el amarillo, el color del champú de camomila. Tambien había uno morado, el acondicionador para pelo rizado.
Pintó los reflejos de váter, las pequeñas gotas amarillas de la tapa. Pintó el espejo en el que ella se reflejaba, destacando su pelo caoba y sus ojos azul intenso.
Entonces, comenzó a rellenar de un color amarillo la cabellera, de un verde suave los ojos, la prominente barba castaña y la piel.
-Que bien me vendría ahora el secreto de papá.-Dijo con media sonrisa mientras dibuja un fino arco rojo intenso en el cuello e intentaba no hacer caso al intenso olor a pudredumbre.

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