miércoles, 29 de agosto de 2012

Atentamente

Querido amigo.

Espero que no te extrañes tanto de recibir una carta mía como para no atreverte a leerla, pues no digo nada malo y... como dice la frase "no muerdo".
Me imagino que no sabes porque te escribo y es natural. No somos ni hermanos, ni primos, ni ningún tipo de parientes;no somos mejores amigos, ni amigos, ni compañeros de clase.., ni siquiera nos conocemos.
Entonces... te preguntarás la causa de mi carta y, realmente, no es nada sencillo explicartelo. 
Te ruego no pares de leer. Pienso contartelo ahora mismo.

Ayer por la tarde tuve una pequeña crisis. Estaba escribiendo, porque soy escritor, y tambien leía, en los descansos, diferentes cosas. Sin embargo, en un momento, decidí ponerme a ver fotos pasadas, fotos en las que salía de niño, de preadolescente... Fotos de hace no muchos años. Así fue como empezó todo, porque entonces decidí buscar escritos de esas épocas y tambien escritos de mis compañeros, pues así éramos.
Al comenzar a leer, los recuerdos comenzaron a bombardearme y a embriagarme, sin más. Leí cosas de tal simpleza en su redacción pero que pretendían ser tan profundos y complicados que tuve que sonreír. Recordé todas aquellas musas que una vez me visitaron, y, por supuesto, recordé como había sido escribir por primera vez. Un súbito suspiro me devolvió a la realidad y me descubrí empapando los papeles que tenía enfrente.
Mis sueños me han llevado a desaperecer bastante de la vida común, amigo mío, pues todos aquellos chicos querían, tal y como yo, cumplir su sueño y... a todos nos pasa igual. Este mar es tan complicado que.., finalmente me quedé sin tripulantes a los que llevar conmigo, solo me quedan muchos barcos a los que ver, apreciar e incluso criticar.
Fueron estas ideas las que me perturbaron, pues el trabajo de escritor siempre supe que era solitario, y, necio de mi, creí que yo sería diferente.
Al darme cuenta de todo esto, quise llamar a estos compañeros pasados, a todos los protagonistas de aquellas fotografías. Muchos de ellos, como te dije antes, no me veían como nada más que eso, un barco sin tripulantes al que adular o despreciar. Tanto da una u otra cosa. Ninguno contestó.
Hubo otros que sí me contestaron, aunque la mayor parte por cortesía, por lo políticamente correcto.
Así fue como, poco a poco, tuve que ser consciente de que tendría que recuperarme de esto, pues habiendo usado tantas veces aquella palabra, como en aquel cuento infantil de los "te quiero", mi palabra, "amigo", había perdido el sentido. Ya no reconocía su significado. Era una palabra repleta de recuerdos y... vacía.
De esta manera, me dí cuenta de que, quizá, hubiese perdido la capacidad de hacer amistades, esa que era tan sencilla y común en la niñez.
Hoy día sigo sin ser un adulto, aunque me doy cuenta de que escribo como un anciano. Muchos dirían que es algo por lo que sentirse orgulloso, pero quizás sean la brillantez de mis recuerdos en mis ojos lo que me impide ver tal cosa.
Por esto, querido amigo, te escribo. Te escribo porque recordé que en un pasado, cartearse con alguien, fuera quien fuese, era simbolo de atención, de continuidad, de... amistad.
Necesitaba cartearme con alguien. Desconozco de como llegó esta carta a tus manos, pero me alegro sinceramente de que así haya sido. Podríamos caer en la pedantería de que sabía que serías tu el receptor de mi carta, o en el romanticismo de que ha sido el destido el dedo inquisidor.
Cree lo que quieras, jugaré la carta que me pidas. Es más... sé que hay una posibilidad de que no reciba respuesta alguna de esta carta, pero me alegro de haberla escrito. 
Espero con mucha ilusión tu respuesta. Sea para adularme o criticarme, para despreciarme o apreciarme. Tanto da una cosa u otra.
Simplemente, espero tu respuesta.

Con cariño.

jueves, 23 de agosto de 2012

Gore

Primero trazó una linea discontinua, mientras con la otra sujetaba el caballete. Aquel sitio no era bueno para pintar, pero, como ella siempre se decía, en este trabajo elegimos lo que podemos, empezamos desde lo que nos dan.
Continuo con otros trazos, primero a lápiz, no fuese a equivocarse. Siempre era sencillo trazar arcos pequeños o grandes en el lienzo, tenía mucha experiencia con esa clase de movimientos.
Pintar la rejalajaba. Ahora sus manos trazaban otro conjunto de lineas, dibujaban otro tipo de objetos.
Quedaría precioso.
Mientras seguía sujetando el caballete, cambio a un lápiz más grueso.Había zonas que debía recalcar desde ya. Mientras tanto, escuchaba como alguna que otra mosca entraba en el cuarto. Siempre, a partir de algún momento, aparecían. Era el olor, que poco a poco iba aumentando. Le vino un pensamiento extraño. Las moscas, que le eran fieles... ¿serían por lo tanto buenos amantes?
Ella dejó escapar una carcajada. Estaba loca por pensar eso sobre las moscas. Seguro que besarlas no sería nada agradable.
-Estoy loca.-Se dijo con una media sonrisa.
Habiendo vuelto ya al lápiz inicial, ahora ya trazaba las primeras líneas del tema principal de la escena. Lineas curvas que se unían en otras rectas, rayones para las sombras... finalmente el cuadro iba tomando forma, dejando leer su mensaje.
-Creo que está.-Dijo una vez más en alto, aunque no para nadie que pudiese escucharla. Le gustaba hablar sola cuando pintaba, se sentía plena cuando se escuchaba. 
-Comencemos con el color.- Sentenció. Preparó los colores al momento, derramando un poco de pintura sobre la paleta de madera de roble. Un regalo de su padre. Todos en su familia eran grandes pintores, aunque ella seguía resentida con él por su última charla.
-Nunca quiso enseñarme su secreto para obtener ese perfecto color de la piel.- Decía con media sonrisa.
Primero pintó los alrededores, el escenario. Un blanco pálido bastaría para reflejar las baldosas no muy lustrosas, con la luz de la bombilla que a simple vista se veía que no quedaría mucho para que se fundiese. Repasó con el lápiz las uniones de las baldosas. Había contado ocho de frente y cuatro en un lateral, dando así la visión de profundidad en la habitación.
Ella limpió el pincel y lo mojó en la pintura roja, mezclándola un poco con blanco. Pinto puntitos sobre aquellas baldosas, trazando un siniestro arco hacia abajo.
Entonces comenzó a pintar el lavabo, con los botes de gel a un lado y los de champú al otro. Eran de colores vivos como el amarillo, el color del champú de camomila. Tambien había uno morado, el acondicionador para pelo rizado.
Pintó los reflejos de váter, las pequeñas gotas amarillas de la tapa. Pintó el espejo en el que ella se reflejaba, destacando su pelo caoba y sus ojos azul intenso.
Entonces, comenzó a rellenar de un color amarillo la cabellera, de un verde suave los ojos, la prominente barba castaña y la piel.
-Que bien me vendría ahora el secreto de papá.-Dijo con media sonrisa mientras dibuja un fino arco rojo intenso en el cuello e intentaba no hacer caso al intenso olor a pudredumbre.