domingo, 19 de septiembre de 2010

El Pacto Capítulo II

-No creo que tuvieras la noche perdida Harold, la verdad me parece que hoy será una gran noche.-Me dice el señor mientras levanta el paraguas para que entre, soy mas alto, sin embargo el que se siente extrañamente intimidado soy yo. ¿Había dicho de nuevo mi nombre? Pero ¿cómo demonios sabía él mi nombre?
-Deja de pensar tonterías chico, eso ahora mismo no es lo importante.- Estoy flipando.-Oh dios....-El señor me mira algo aturdido, como si hubiera oído un sonido molesto, pero yo no escuché nada. La calle estaba vacía, llovía estrepitosamente, y las farolas alumbraban lo que la penumbra de aquella noche, que no se por qué era extremadamente oscura, les dejaba.
-No me has contestado a lo que te he dicho antes, Harold.-Dice el señor mientras hecha a andar, no quería tragarme un golpe, ni tampoco quería mojarme, así que no dudé en seguir debajo de aquel paraguas.
-Pero ¿a qué se refiere?-Pregunto entrecerrando los ojos, esto era extraño, aquel hombre me hablaba como si me conociera de siempre, y como si le pareciera normal el mantener esa conversación, como si yo fuera a acordarme de lo que me había preguntado, despues de repetir 3 veces mi nombre sin aún saber de que lo conocía. El hombre soltó una pequeña carcajada, eso hizo aumentar mi flipada.
-Veamos....-Dijo llevándose la mano libre a la barbilla. Ahora que me había fijado tenía puestos unos guantes negros, parecían de esos de cuero, que nunca llevé por lo caros que eran.
-¿Te gustan mis guantes? Si me contestaras a esa pregunta tambien te contestarías a por que no puedes llevarlos.- Decía mientras dejaba la mano de nuevo en el bolsillo de su gabardina.
-No..... no le comprendo.- Aquella no era mi noche, tenía la mente hecha una mierda con ese puto informe, entre que había tenido que darme prisa para poder mañana aparecer con una falsa sonrisa y que esa maldita impresora no le daba por funcionar, estaba yo como para pensar en que me decía un desconocido.
-¿Ves? Lástima que estés como se diría..... limitado, no... tal vez... enjaulado, ¡censurado! Yo creo que esa es la palabra.-Decía el hombre mientras sacaba una y otra vez su mano del bolsillo, dandole más énfasis a lo que decía. Yo seguía en un estado de cuasitrastorno, creo que me había encontrado con un señor que estaba chiflado, tal vez era uno de estos señores que se aburren las noches de los jueves y salen a cazar a fracasados mientras llueve. Me gusta el hobbie, lo apuntaré para ponerlo en "mi plan de jubilación".
-No Harold, no estoy chiflado.-Dice el hombre con tono reflexivo.-La verdad es que creo que no estás bien valorado bajo las órdenes de esa mujer.-Añade el señor con una sonrisa en la boca, una sonrisa extraña, el verla me producía cierta calidez al mismo tiempo que me erizaba los pelos de la nuca.
-¿A qué se refiere?-Digo algo intrigado, a ver si se me aclaraban un poco las ideas.-Me refiero que podrías aspirar a mucho más, eso de ser banquero fracasado no te va nada, podrías ser dirigente de una empresa, o el dueño de una multinacional, o tal vez político.-Decía el hombre con todo ilusionado pero a la vez indiferente. Todo aquello me hacía gracia,y admito que me despertaba cierto interés, no todos los días un señor aparecía de la nada y te mandaba halagos, no gratuitamente claro. La lluvia caía y ya escuchaba la campana del tren, pero un momento.....¿Qué tren pasa a estas horas de la madrugada?
-Y todo con mi ayuda por supuesto.-Añado el señor con un tono un poco mas cercano. Eso me interesó furtivamente.
-¿Con su ayuda? Pero....-Me interrumpió.- Harold, hazme el favor de pensarlo un momento, y mañana me lo cuentas un poquito mas relajado ¿eh?-Me dice el hombre mientras se gira.- No me he presentado, y hoy tampoco voy a hacerlo querido amigo, buenas noches.-Entonces con la palabra en la boca me encontré con que el anciano se había ido, y que el tren, con la lluvia cayendo como enormes lágrimas del cielo, me estaba empapando.
-Mierda.... y eso que no me he fumado nada, joder si soy gilipollas.-Me dije mientras me dirigía, con la carpeta bien aferrada, hacía mi piso de mierda, con sus escasos 30 m cuadrados.

viernes, 10 de septiembre de 2010

El Pacto Capítulo I

Esa noche había estado hasta tarde en la oficina, enana, oscura y pálida oficina, donde una risa se perdía entre la oscuridad de los montones de papeles, y donde la alegría se desvanecía al sentarse en tu incómoda silla. Los fluorescentes parpadeaban, yo era uno de estos banqueros fracasados, que cobraba un sueldo de mierda, trabajaba en un horario de mierda, tenía un trabajo de mierda y aguantaba a una jefa de..... mucho carácter. Ésta me había dicho que tenía que terminar su informa para mañana a primera hora, cuando ayer me había dicho que lo quería para la semana que viene, en fin... La cuestión es que aquí me veo yo, excediendome de mi horario de mierda por que si no perdería mi trabajo de mierda por culpa de una jefa de.... mucho carácter.
Despues de pasar 3 horas trabajando en los sucios, 1 recopilando y copiando el informe entero y otra media hora esperando a que la impresora me lo tuviera hecho, por que no es que me queje de todo, al menos la impresora suele funcionar, pero no tiene papeles ni tinta cuando se necesita, por que claro... a mi me toca ser el que hace esas cosas, asi que nada, que ya lo había terminado.
Cerré la pantalla del ordenador, me puse la gabardina negra y me fui.
Una vez estaba abajo ví la calle, ya casi no había nadie, claro... solo los fracasados estamos hasta tan tarde en la calle un jueves. Cuando había salido y estaba cerrando con llave me acordé de por que estaba allí.
-Mierda....-Dije resignado mientras abro de nuevo la puerta de cristal y subo, el puto informe estaba metido en el sobre, se me había quitado de la cabeza con todo esto de cerrar el ordenador.
Subí de nuevo arrastrando los pies, entré en la oficina de nuevo, no había cambiado, pálida y oscura, y encima me había dejado la luz encendida, hay que ver lo idiota que soy. Agarré el sobre con el informe y apagé la luz, estaba ya harto de todo esto, no solo de mi trabajo, que al fin y al cabo es una mierda y no le puedo hacer mucho, pero que tenga un trabajo de mierda no quiere decir que mi vida tambien tenga que serlo, pero es así, no tengo novia, no tengo casa, no tengo poder, no tengo dinero, mi familia la verdad es que ya no existe, de vez en cuando les hablo, pero desde que dejé la iglesia no me han vuelto a dirigir la palabra, ellos siempre tan..... religiosos e incrédulos, tenía cosas mas importantes en las que pensar en que dios y su hijo....
Salí a la calle, había empezado a llover, pero no una lluvia cualquiera, sino una de esas que empapan, una de esas de gotas gordas y pesadas, y no llevaba paraguas....
-Madre mía.-Dije mientras me guardaba el sobre en el bolsillo interior de la gabardina y ponia la carpeta de cuero negro entre mis brazos.
Entonces ví a un hombre que iba bajo un paraguas, era mas o menos alto, y parecía viejo, iba con una larga gabardina gruesa, vaya... pensaba que era el único que las usaba me alegré de ello. Pasé por su lado, sin mirarle a la cara, no pensaba quedarme allí plantado mojándome, al menos en mi asqueroso piso de 30 metros cuadrados.
-Que yo tambien use gabardina gruesa no quiere decir que esté de moda, o esté siquiera bien visto.-Dijo el señor que pasaba a mi lado. Yo me quedé quieto, asimilando lo que acababa de escuchar.
-¿Disculpe?-Dije dándome la vuelta para mirar al señor del paraguas.-Oh tranquilo, es tan solo un comentario.-Dijo el señor que al ponerse a la luz de la farola no era tan viejo, como mucho 50 años, pelo grisaceo y entrecano y ojos claros y brillantes, creo que era un azul, pero no estaba seguro, casi sin arrugas, salvo por unas pequeñas y casi involutas en la frente.
Yo estaba callado, aún demasiado extrañado para entender lo que me decía, ¿como había sabido?
-La verdad Harold que no te entiendo, con tu especial sarcasmo y fiereza, ¿cómo puedes seguir aguantando a una mujer como esa?-Decía el señor mientras sonreía, una sonrisa muy extraña, una sonrisa..... ¿Había dicho mi nombre?
-¿Q-Quién es usted? ¿De qué me conoce?-Pregunté algo asustado.
-Siempre las mismas preguntas,¿Por qué no vienes aquím debajo de mi paraguas? Así no te mojarás chico.-Dijo el hombre mientras levantaba un poco éste. Lo miré perplejo, pero aquella noche ya estaba perdida, asi que ¿por qué no?