martes, 5 de julio de 2011

La musa no está en la mente.

Sentado en aquel cómodo sofá de mi pequeña habitación, pensando quizás en cosas no demasiado divinas a las que suelo estar acostumbrado, sintiendo de forma esporádica la brisa tibia de un verano joven, noté como por fin, despues de ya hacía tiempo, aquel sentimiento (probablemente influido por estos pensamientos) que te obliga a escribir, regresaba a mí.
Ya digo que es probable que por un atisbo de soledad, autismo y algo de depresión empezara a escribir esta entrada, intentando recordar cada una de las palabras que mi mente va soltando al momento que pienso que debo escribir.

No sabria por donde empezar si tuviera que decir cómo y por qué empecé a notar ese cosquilleo en el cuerpo.
Hacía ya, creo yo, dos años desde la última vez.
Recuerdo que era de noche, que hacía calor y que fue casi de repente. Recuerdo que luego me tuvo ensimismado durante bastante tiempo, hasta que de una forma u otra, conseguí alejarme de ese sentimiento venenoso y extraño.
Esta vez, por extraño que parezca, surgió hace unos meses, estando digamos con la guardia baja, divirtiéndome.
Entonces, sin quererlo, me pasó.
Empezé a notar siempre la sonreía, sin necesidad de que aquello que me estuviera contando tuviera que ser gracioso.
Tambien, como no, empezé a sorprenderme pensando en ella. Quizás podía estar a altas horas de la madrugada y darme cuenta de cuales estaban siendo mis únicas reflexiones... y mira que hay cosas sobre las que reflexionar.
Con razón la inspiración tardaba en venir.
Yo, alguien que ha rechazado el romanticismo en los escritos (ya que los valoro, atiendo y alguna vez, admiro) pero que intento no caer en mi realidad de adolescente y miro hacia otra parte.
Si uno esta empeñado en no escribir algo y cuando su mente sólo piensa en temas similares, ¿cómo iba entonces a surgir inspiración si, incluso antes de plantearme la idea, ya la había rechazado?
Con razón las palabras no surgían como hacía unos meses.
Todas se me atragantaban, todas salían mal estructuradas, no conseguía plasmarlas en un papel.
Aquello me desesperaba.
Empezé incluso a pensar que aquello que yo consideraba mi don, mi única salida de esta mediocridad que me  persigue, había sido todo producto de imaginación, familia muy amable y casualidad.
Aquello ni cuento lo que significó para mí.
Sin embargo, cuando empezé a reconsiderar mi estado, mis problemas mentales y decidí retroceder un poco en mis recuerdos, me dí cuenta.

Oh si señores.... lamentablemente y muy a mi pesar............................................. estoy enamorado.