domingo, 28 de agosto de 2011

Incertidumbre

Y cae estrepitosamente una cazuela, que si hubiese estado llena de agua, un charco de agua desperdiciada habría inundado la pequeña cocina.
El ventanal que daba a la tosca calle daba tumbos por el viento, una sinfonía extraña cuando hay tambien lluvia.
Hacía sol, un sol veraniego que deja atrás a los terribles copos invernales, aunque el sol no hace olvidar, no me hace olvidar el frío, el hambre...

Aquel invierno había sido duro, muy duro. Mi padre se había ido, se había ido a la guerra. Esta "impopular guerra" como la llama mi madre y la vieja vecina que vive en frente. Ella tenía un hijo que se fue con mi padre... siempre me mandan a la cama cuando mi madre y ella se sientan en la cocina para hablar. Nunca escucho más de 3 palabras seguidas. Noticias, guerra, frente, fusilado... pero lo que sí escucho son los llantos, llantos suaves, llantos que no quieren ser escuchados.

Una vez pregunté a mamá quienes eran esos hombres que andaban buscando siempre a gente que no conocía. Entraban en las casas sin pedir permiso, lo revolvían todo y alguna vez, me pegaban... y lo que es peor... a mamá se la llevaban a una habitación, ella no salía en horas.
-Son los perdedores, hijo, hombres que buscan a otros para culparlos de nuestra ruina, de que tu tengas hambre...
-¿Porqué mamá?
- Porque la culpabilidad es peor que el hambre hijo, el hambre lo curas con comida, la culpabilidad, el remordimiento, no tiene cura.

Ahora, mientras el sol me calienta, pregunto con aire soñador:
-¿Crees que algún día cenaremos hasta saciarnos?
-No es bueno pensar en eso.
La respuesta no me sorprende... mamá está muy rara, no siempre ha sido así... En realidad, desde que llegó aquella carta hace algunos meses no es la misma. Ella no quiere que la lea así que  no sé que pone. Papá fue a la guerra junto con el hijo de la vecina. Ya no hay guerra, y se nota que los días son más tranquilos. Pero con la desaparición de la guerra, se fue mi padre, se fue el hijo de la vecina. La guerra ha terminado, y con ellos tambien.
Prontó tendré que dejar casa e ir a buscar trabajo, quizás a América.

Escucho como casca el huevo y el sonido del jarrón raspando la tela del saco.
-¿Hay suficiente?
-Sí, tenemos suficiente.
-¿Y para mañana?
-Dios sabrá.

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