domingo, 10 de octubre de 2010

El pacto Capítulo III

Entré en mi apartamento, llovía, con lo cual las goteras serían protagonistas en esta hermosa velada entre mi almohada y yo, así que habrá que estar atento para cambiar las ollas.
A medida que fue pasando la noche, acostado boca arriba mirando el techo,  fui pensando en varias cosas, cierto que el hombre aquél era una de mis paranoias, pero tambien me había puesto a pensar, y aún se sin saber por qué, en cómo demonios, habiendo estudiado una carrera, una especialización, un doctorado, siguiera siendo un inutil y un fracasado. No todo el tiempo pensé en esto, claro, tambien estaba atento a cambiarle el agua a la olla, que si no mañana sería una situación muy graciosa el ver mi suelo empapado.
La cuestión es que ahora quería dormir, y que mi querido señor que no se presentaba y desaparecía en trenes de la noche..... un momento, ¡¡el puñetero tren!! ¿Que tren llega desde donde sea a esa hora? Me quiero suponer que el señor se fue en aquel tren, pero tal vez solo fuera casualidad, aunque bueno, yo solo sé que ese tren es extraño, casi tanto como el señor que pregunta pero no contesta.
Pasé toda la noche, sin pegar casi ojo, pensando en esto, y llegué a la conclusión de que tenía que averiguar de donde venía ese tren, ya que si iba a dejar que ese señor me ayudase, que tampoco lo tenía muy claro, tendría que saber de donde venía.
A la mañana siguiente, otro amanecer que se pintaba gris en mi asqueroso apartamento de 30 m cuadrados, pude notar como el humo del bar que había abajo empezaba a salir por la chimenea de al lado de la ventana.
La verdad es que el piso tenía sus cosas, una cama doble, un capricho, una minicocina donde hay un microondas, una heladera y vitroceramica. Luego el baño, donde solo hay ducha y water y un sillón con una tele normal. Vamos, que una mierda, y ni siquiera era mío, con lo cual aún más patético.
Desayuné las escasas tostadas con mantequilla y el café aguado de ayer, que ahora no tenía tiempo para hacer uno nuevo, así que me vestí con lo mismo de siempre, los baqueros, una camisa, una chaqueta y una corbata, todo a juego, que no pareciera que soy un fracasado. Lo único que quizás me delata es la gabardina, pero ahí mi gusto excéntrico, son geniales, y los que no son unos inútiles las llevan, fijate en casablanca, o en el inspector gadget, que sé que es de niños, pero es un héroe y lleva gabardina.
Salí a la calle húmeda y demasiado asfaltada, con suciedad y con el humo y la gente corriendo por donde quiera que se viera, una ciudad como dios manda.
Todavía era temprano, con lo cual podía ir a hacer algo, y como no tengo nada que hacer, por que nunca tengo nada que hacer mas que trabajar y volver a mi piso, fuí a la estación de tren, allí sabrían de donde venía ese tren y todo lo que necesitara, ya me inventaría alguna excusa para que no preguntaran mucho sobre mi entusiasmo.
-Disculpe señor.-Me dice un hombre alto y joven. Se había chocado conmigo, claro... siempre con prisas, no me extraña. Ignoro que me choco con él, no había pasado nada, con lo cual llego al mostrador con una sonrisa de esas que le hecho a mi jefa para expresarle lo mucho que la aprecio.
-Buenos días, querría preguntarle sobre que trenes llegan aqui por la madrugada, mi suegra llega en uno de ellos y....-Me interrumpe.-No señor, por la madrugada ya no llegan trenes, hace años que no llegan trenes por la madrugada.-Dice el señor del mostrador. Un señor de pelo negro, con gafas.
-Es que mire, yo ayer paseaba por la madrugada y ví como llegaba un tren, y mi suegra necesita uno de estos que llegen tarde.-Dije sin estar muy convencido.-Entonces señor deberá buscarse un autobús, por que trenes no pasan ninguno por la madrugada, el servicio de tren termina a las 23:30.-Me dice el señor sin alterarse.-Yo ayer ví un tren, ¿cómo es posible?-Pregunté confuso y algo exaltado.
-Pero señor, ayer esto cerró a las 23:30, tal y como dice la normativa, dudo mucho que viera usted un tren a esa hora.-Me dijo el señor, era como una estatua pero que hablaba, seguía sin alterarse.
-Esto....-Me volvió a interrumpir.-¿Algo más señor?-No no, gracias.-Dije mientras me daba la vuelta, aturdido, y me dirigía hacia mi trabajo de mierda, a ver si con un poco de suerte presenciaba un accidente de coche.

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