Esa noche había estado hasta tarde en la oficina, enana, oscura y pálida oficina, donde una risa se perdía entre la oscuridad de los montones de papeles, y donde la alegría se desvanecía al sentarse en tu incómoda silla. Los fluorescentes parpadeaban, yo era uno de estos banqueros fracasados, que cobraba un sueldo de mierda, trabajaba en un horario de mierda, tenía un trabajo de mierda y aguantaba a una jefa de..... mucho carácter. Ésta me había dicho que tenía que terminar su informa para mañana a primera hora, cuando ayer me había dicho que lo quería para la semana que viene, en fin... La cuestión es que aquí me veo yo, excediendome de mi horario de mierda por que si no perdería mi trabajo de mierda por culpa de una jefa de.... mucho carácter.
Despues de pasar 3 horas trabajando en los sucios, 1 recopilando y copiando el informe entero y otra media hora esperando a que la impresora me lo tuviera hecho, por que no es que me queje de todo, al menos la impresora suele funcionar, pero no tiene papeles ni tinta cuando se necesita, por que claro... a mi me toca ser el que hace esas cosas, asi que nada, que ya lo había terminado.
Cerré la pantalla del ordenador, me puse la gabardina negra y me fui.
Una vez estaba abajo ví la calle, ya casi no había nadie, claro... solo los fracasados estamos hasta tan tarde en la calle un jueves. Cuando había salido y estaba cerrando con llave me acordé de por que estaba allí.
-Mierda....-Dije resignado mientras abro de nuevo la puerta de cristal y subo, el puto informe estaba metido en el sobre, se me había quitado de la cabeza con todo esto de cerrar el ordenador.
Subí de nuevo arrastrando los pies, entré en la oficina de nuevo, no había cambiado, pálida y oscura, y encima me había dejado la luz encendida, hay que ver lo idiota que soy. Agarré el sobre con el informe y apagé la luz, estaba ya harto de todo esto, no solo de mi trabajo, que al fin y al cabo es una mierda y no le puedo hacer mucho, pero que tenga un trabajo de mierda no quiere decir que mi vida tambien tenga que serlo, pero es así, no tengo novia, no tengo casa, no tengo poder, no tengo dinero, mi familia la verdad es que ya no existe, de vez en cuando les hablo, pero desde que dejé la iglesia no me han vuelto a dirigir la palabra, ellos siempre tan..... religiosos e incrédulos, tenía cosas mas importantes en las que pensar en que dios y su hijo....
Salí a la calle, había empezado a llover, pero no una lluvia cualquiera, sino una de esas que empapan, una de esas de gotas gordas y pesadas, y no llevaba paraguas....
-Madre mía.-Dije mientras me guardaba el sobre en el bolsillo interior de la gabardina y ponia la carpeta de cuero negro entre mis brazos.
Entonces ví a un hombre que iba bajo un paraguas, era mas o menos alto, y parecía viejo, iba con una larga gabardina gruesa, vaya... pensaba que era el único que las usaba me alegré de ello. Pasé por su lado, sin mirarle a la cara, no pensaba quedarme allí plantado mojándome, al menos en mi asqueroso piso de 30 metros cuadrados.
-Que yo tambien use gabardina gruesa no quiere decir que esté de moda, o esté siquiera bien visto.-Dijo el señor que pasaba a mi lado. Yo me quedé quieto, asimilando lo que acababa de escuchar.
-¿Disculpe?-Dije dándome la vuelta para mirar al señor del paraguas.-Oh tranquilo, es tan solo un comentario.-Dijo el señor que al ponerse a la luz de la farola no era tan viejo, como mucho 50 años, pelo grisaceo y entrecano y ojos claros y brillantes, creo que era un azul, pero no estaba seguro, casi sin arrugas, salvo por unas pequeñas y casi involutas en la frente.
Yo estaba callado, aún demasiado extrañado para entender lo que me decía, ¿como había sabido?
-La verdad Harold que no te entiendo, con tu especial sarcasmo y fiereza, ¿cómo puedes seguir aguantando a una mujer como esa?-Decía el señor mientras sonreía, una sonrisa muy extraña, una sonrisa..... ¿Había dicho mi nombre?
-¿Q-Quién es usted? ¿De qué me conoce?-Pregunté algo asustado.
-Siempre las mismas preguntas,¿Por qué no vienes aquím debajo de mi paraguas? Así no te mojarás chico.-Dijo el hombre mientras levantaba un poco éste. Lo miré perplejo, pero aquella noche ya estaba perdida, asi que ¿por qué no?
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