Aquella tarde había sido perfecta, en la playa todavía se veían las pisadas que habían llegado hasta donde estaban ellos, el mar daba el concierto de las 9 y media de la tarde, el atardecer se veía llegar, el sol pronto se daría un baño.
Gaby miraba con ojos mudos a la arena, intentaba pensar sobre que tema podían hablar, aunque despues de aquella tarde tan solo una cosa le quedaba por querer decir.
Y Magalí, que de la misma forma que Gaby miraba al suelo miraba al cielo. Pensaba sobre como hacer para que Gaby no se diera cuenta de que sus ojos siempre se devíaban a sus labios, incapaz de quedarse mirándole a los ojos.
El solo pensarlo ya la había sonrojado, mientras que Gaby, inconsciente a eso, jugueteaba con los granitos que, al ser mecidos por el viento, bailaban en multitud.
-Vaya día ¿eh?-Le dijo Gaby con un tono nervioso.
-La verdad es que sí.-Le contestó Magalí. Se produjo un silencio, entonces el ruido de las gaviotas llegó de repente desde detrás, y el sol, que ahora se encontraba en frente, se encontraba grande. La gran bola naranja se iba hundiendo poco a poco en la tranquila mar.
-Yo........-Vaciló Magalí sin llegar a decir nada más. Había dejado de mirar al cielo, ahora miraba a Gaby, que aún estaba con la cabeza gacha.
-¿Vos?-Dijo Gaby levantando la mirada azulada con una sonrisa algo forzada.
-Me lo pasé muy bien hoy.-Dijo Magalí cerrando los ojos, creyó que así evitaría que ruborizara, y el viento ahora soplaba lo suficiente para que el pelo color caoba de Magalí fuera ligeramente mecido. Lo tenía muy largo ya, pensaba Gaby, le gustaba que lo tuviese así.
El sol ya no estaba entero, solo una pequeña parte se había hundido, y las siluetas de las gaviotas se veían a lo lejos, en medio de aquel singular paisaje.
-A mi me encantó cuando te resbalaste y caíste encima del charco.-Dijo Magalí hechándose a reír. Gaby sonrió tambien.
-¡A mi no me hizo tanta gracia!- Dijo entre carcajada y carcajada. El recordarlo les producía una risa floja y tonta, que al fin y al cabo era una risa. La estampa era algo como ellos dos riendo a carcajadas, acostados en la colina de arena que había a unos metros del mar con el atardecer iluminándolos, creando sus sombras al poco que se levantaran.
-No me lo pasaba así con vos desde que éramos chiquitos.-Le dijo Gaby sin quitarle el ojo de encima mientras se apoyaba en sus dos brazos.-Espero que no sea la última vez.-Añadió acercándose y dándole un suave codazo.
Magalí, que ahora estaba con la cabeza agachada, la entorno apoyándola en su brazo arqueado, y con sus ojos castaños rojizos,a juego con el pelo, le sonrío.
-La verdad es que cuando éramos chiquitos lo pasábamos genial.-Dijo Magalí en la misma postura, ya le daba igual si la veía ruborizarse.
Gaby evitaba ponerse nervioso, no sucedía nada, pero lo estaba pensando, y quería que sucediese, la presión lo estaba agobiando. Se acercó a Magalí un poco más, intentando disimularlo con que se estaba acomodando, Magalí le hizo gracia aquel movimiento, pero tambien le hizo ruborizar aún mas. Ella cerró los ojos.
Entonces Gaby, en un arrebato de valentía, le dió un inocente beso en el moflete, y luego miró al sol y al mar, que cada vez estaban más juntos.
Magalí no sabía que decir, y se quedó quieta unos momentos. Gaby bajó la cabeza, muerto de verguenza.
Entonces Magalí se incorpora, y nerviosa le levantó la cabeza.
-Sos genial.-Le dijo ella con una sonrisa amplia, mirándole a sus ojos brillantes.
La adrenalina era lo único en lo que se podía apoyar para poder hacer lo que iba a hacer ahora, y tomando toda la que pudo, Gaby se acercó muy lentamente, entrecerrando los ojos muy despacio.
Magalí lo veía, y casi a la vez, fue cerrando los ojos aún sonriente y en el momento en el que el sol daba el último hilo de luz, dos siluetas se unieron. A medida que la oscuridad se cerraba, estas dos siluetas caían en la colina suavemente, evitando que las estrellas, poco a poco presentes, los vieran.
sábado, 14 de agosto de 2010
miércoles, 11 de agosto de 2010
La mar
Entonces, con la noche estrellada cayendo sobre sus hombros, se sentó en aquella pequeña colinita, mirando hacia el horizonte negro, el no veía nada, pero sabía que allí estaba, que el mar inundaba todas sus penas, todos sus males, los inundaba de la misma forma que la oscuridad tapaba todo aquel lejano paisaje.
-Ella no me querrá....-Se decía a si mismo.
-Soy un iluso.-Se repetía una y otra vez sin perder de vista aquel paisaje oscuro.
Alguna lágrima fue dejando un minúsculo caminito sobre su mejilla, el no tenía pensado limpiársela, el mar sabría que hacer con ella.
-Cuando me gire la perderé, no quiero que eso suceda.-Decía pestañando lentamente para que una nueva lágrima humedeciera su rostro.
Las estrellas lo imitaban, y junto a él iban cayendo dejando atrás un pequeño rastro luminoso. El viento ahora mecía su pelo, era aire cálido, con un extraño olor a sal, y se oía a lo lejos, en aquella profunda oscuridad, la eterna melodía del acantilado.
-Te perderé, pero no te olvidaré.-Dijo mientras dejaba en el suelo una pulsera sonrojada por el beso que antes le había dado. Entonces se lebantó y sin girarse con un gesto frío, casi automáticomente miró al horizonte.
-Gracias.-Dijo en lo que parecía un susurro. Giró sobre sus talones, dió un paso y cayó al fondo de aquella oscuridad, introduciéndose poco a poco en aquella melodía que la mar cantaba.
-Ella no me querrá....-Se decía a si mismo.
-Soy un iluso.-Se repetía una y otra vez sin perder de vista aquel paisaje oscuro.
Alguna lágrima fue dejando un minúsculo caminito sobre su mejilla, el no tenía pensado limpiársela, el mar sabría que hacer con ella.
-Cuando me gire la perderé, no quiero que eso suceda.-Decía pestañando lentamente para que una nueva lágrima humedeciera su rostro.
Las estrellas lo imitaban, y junto a él iban cayendo dejando atrás un pequeño rastro luminoso. El viento ahora mecía su pelo, era aire cálido, con un extraño olor a sal, y se oía a lo lejos, en aquella profunda oscuridad, la eterna melodía del acantilado.
-Te perderé, pero no te olvidaré.-Dijo mientras dejaba en el suelo una pulsera sonrojada por el beso que antes le había dado. Entonces se lebantó y sin girarse con un gesto frío, casi automáticomente miró al horizonte.
-Gracias.-Dijo en lo que parecía un susurro. Giró sobre sus talones, dió un paso y cayó al fondo de aquella oscuridad, introduciéndose poco a poco en aquella melodía que la mar cantaba.
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